De la necesidad de crear arte: una perspectiva conductual.

¡Hola! Mi nombre es Osvaldo, soy psicólogo, toco la guitarra y hoy escribiré un poco sobre mi y de un tema que me gusta mucho. Espero lograr el objetivo por el cual lo hago.

Muchos ven la creación artística como un fenómeno espiritual y elevado, algo tan complejo que parece ser una excepción a las explicaciones científicas, pero ¿y si el arte pudiera explicarse desde nuestras conductas más fundamentales? La psicología conductista ofrece una visión fascinante que desmitifica el proceso creativo, y hoy hablaremos de algunos proceso de aprendizaje detrás de este complejo fenómeno humano.

Tomaré mi caso como ejemplo, no porque me considere un buen músico, ni por tener un “don” especial, de hecho soy un músico bastante promedio pero aun así tengo amigos y familia que me quieren mucho y que expresan que les es gratificante escucharme tocar mi instrumento y algunas canciones que he llegado a componer y grabar.

Perdí la cuenta de cuántas canciones he compuesto, lo que sí sé es que son más de quinientas y esto lo digo sin ningún tipo de presunción; de igual forma y sin falsa modestia también puedo decirles que me avergüenzo de la inmensa mayoría de esas composiciones que ahora veo claramente como un proceso de exploración y aprendizaje, con el paso del tiempo me gustan apenas unas 10 canciones de las que puedo recordar. 

Me inclino gustosamente por la improvisación, el blues, los tonos menores y tiendo a expresarme melosamente de mis experiencias, soy mucho más versátil cuando se trata de escuchar música que de lo que puedo ejecutar.

Aquí una canción que compuse y grabé con Porcelain.

De la experiencia de crear…

En general es bastante normal hacer atribuciones mágicas y “románticas” a fenómenos que no logramos comprender del todo, ocurre en todos los ámbitos de expresión y conocimiento, además, hablando del arte qué bonito debe ser sentirse especial y “saberse” con un innato “don” que no todos poseen y que muchos desearían.

Por si no fuera suficiente, qué difícil es explicar lo que nos hace sentir el arte, una canción, un poema, un verso que por algún motivo toca fibras humanas que parece escapar de las explicaciones ordinarias… a veces me pregunto ¿qué siente un astrónomo ante una lluvia de estrellas? ¿Qué siente un biólogo ante un insecto en forma de hoja de árbol? ¿Cómo explicas esa necesidad humana de crear arte y su impacto?

Como podrás imaginar, ser psicólogo no me exenta de tener estas experiencias humanas. Yo mismo he visto pasar días completos sin comer, prefiriendo estar sentado con una guitarra. Me he ausentado de compromisos sociales prefiriendo componer, sin sentir el menor arrepentimiento tras lograr algo que para mi es trascendente; he sentido conexión con algo no presente, incluso en ese ejercicio me he entendido y conectado con personas de muchas partes que al igual que yo, sienten esa “conexión” especial, o bien: con algo especial. He sentido premoniciones, he visto el futuro en el arte, he escrito historias y canciones que después han ocurrido al pie de la letra, me he sentido contemporáneo de escritores y músicos de siglos pasados y he humedecido mis ojos más de una vez con alguna canción.

Y bueno… ¿De dónde surge todo esto? ¿Por qué algunos lo tienen, lo sienten y otros no? ¿Dónde está la magia? y… ¿por qué al mirar atrás pareciera no concebirse otro destino?

Aquí es donde entra el “apestoso” y denostado némesis de las explicaciones mágicas humanas: la psicología conductista.

Para no trastocar la sensibilidad de algunos, hablaré de mi experiencia personal como ejemplo, aclarando y reconociendo que todos tenemos una historia distinta pero que nadie escapa a la naturaleza. 

Este es mi contexto e historia… de aprendizaje:

Osvaldo con guitarra antes y después

De muy niño, casi un bebé, cuentan mis padres que les llamó la atención verme en un concierto de un tío (mis padres y algunos familiares tocan instrumentos musicales) en el concierto dejé lo que estaba haciendo (seguramente jugaba) para sentarme y escuchar la música en vivo (esto no es nada raro, he visto a muchos niños hacerlo).

Esa ocasión fue memorable para mis padres, porque cuando mi tío dijo “con esta me despido”, yo siendo casi un bebé me paré en la silla y le grité “El papalote” (en ese tiempo en mi casa se escuchaba mucho a Silvio Rodriguez), supongo que hubo risas y sé por lo que mis padres me cuentan que mi tío complació mi petición. De esto que les platico yo no tengo recuerdo pero creo que puede dar buena idea del contexto en el que crecía.

El primer regalo de navidad que yo recuerdo es una guitarra, estaba en el kínder. Recuerdo estar con mi abuelo, quien me distraía mientras mi padre conectaba la guitarra y amplificador para darme la sorpresa (si, mi primer regalo de navidad fue una guitarra eléctrica). Como dato curioso, mi mamá se enojó con mi padre, pues prefirió comprarme a mí una guitarra en lugar de una lavadora para la casa, lo que hubiera facilitado mucho las tareas del hogar para mi madre. Doy este dato curioso para que tengan todavía más claro el contexto en el que crecí.

Lamentablemente yo no me interesé en lo más mínimo por aprender a tocar el instrumento, era un estímulo completamente nuevo para mí y obviamente era incapaz de asociarlo con nada. Como dicen… no es la misma ver libros que leer.

Conforme fui creciendo, ya en la primaria, mis padres contrataron cablevisión y como no pasaban tantas caricaturas como hubiera yo querido, opté por ver MTV (cuando pasaban música) y dado que crecí en los 90`s, en los videos regularmente aparecían los músicos tocando sus instrumentos.

Fue así como comencé a imitar lo que miraba en la televisión, recuerdo que yo ejecutaba mi “Air Guitar” por horas al tiempo que veía TV, después pasé de mi “Air Guitar” a usar una tabla que andaba rodando por la casa y después de unos meses fui y desempolvé esa guitarra (que ya no servía) que me habían regalado en el kínder. Y ahora sí, estaba listo para “hacer-como-que-tocaba”.

Al paso del tiempo apareció una guitarra acústica en casa (una Valenciana) la cual curiosamente no llamó mi atención para nada, y su única función era la de acumular el polvo que sería el indicador de que ya era tiempo de limpiar mi espacio.

Se necesitaría más tiempo y esta experiencia… -estoy por contarles un momento muy importante de mi introducción a la música, sin duda lo que estoy por relatarles sería el evento canónico de mi gusto obsesivo por la música y la guitarra.- Estando yo en primero de secundaria, llevaba la materia de artística. En esa clase nos enseñaban a pintar, lo cual para mí era un infierno, detestaba llevar las pinturas a clase; que se me manchara la mochila; tener que limpiar los pinceles al final de cada clase y ser el peor de los pintores en un salón de 40 estudiantes. 

Fue tan aversivo para mí que opté por no asistir más a esa clase y preferí jugar basketball con aquellos amigos igual de despreocupados que yo por aquella clase que era considerada “de relleno” (no saben cómo me arrepiento de aquella decisión). El desenlace no fue otro que reprobar la materia y recibir la primera gran regañada de mi padre, para mi fue tremendamente brutal (ni de chiste hubo violencia, no se alarmen, pero fue tan efectivo el castigo que puedo contar con una mano las veces que falté a una clase en el futuro). Fue tanta mi tristeza, decepción y sobre todo enojo que hice lo que cualquier adolescente con un pobre locus de control haría: ¡culpar al pobre profesor de mi desdicha! Me prometí en ese momento sacarme puros dieces en la materia sin volver a entrar a su clase. Y así lo hice. 

Para resolver la paradoja, en aquellos tiempo se tenía la opción de exentar la materia de artística (es decir tener siempre 10 sin entrar a la clase) si formabas parte de la rondalla o estudiantina de la escuela. Ese verano le pedí a mi madre que me enseñara mi primer círculo (círculo de Do, ¿ya había mencionado que mis padres también tocan la guitarra?) y tomé un curso básico de guitarra en el museo regional; me aprendí los círculos y jamás volví a entrar a esa clase.

Me gustaría contarles que aprendí a tocar la guitarra porque sentí “un llamado”, mas como pueden ver, ni de chiste un “don especial” me llevó inevitablemente a la música sino mi conducta de escape y evitación a una situación aversiva. 

La historia no para aquí (sigo vivo).

En aquel momento mi contexto cambió, ya no pasaba dormido mis sábado por la mañana, en cambio estaba en una preparatoria vacina a mi secundaria en los ensayos de la estudiantina. Cuando entré, una vez más, en un grupo de cuarenta era el peor de los músicos, lo cual no me importaba en lo más mínimo porque ya tenía mi diez en artística, mis padres estarían contentos y no volvería a ver al profesor que me reprobó. Ahí conocí personas nuevas, en el pizarrón ponían la letra y tonos de las canciones para todos practicar al unísono (que de unísono no tenía nada). Después del ensayo, todos se quedan un momento platicando, tocando canciones que no eran de la estudiantina sino más bien de lo que se escuchaba en aquel entonces, que iban desde la música pop al rock en español. 

Con ellos además de tener charlas gratas aprendí canciones que realmente me gustaban, comencé a comprar “cancioneros” (porque no existía Youtube y creo ni el internet) y en casa comenzaba a practicar. Recuerdo que en casa mis padres intuitivamente sin interrumpirme, se acercaban a escucharme y decirme que lo hacía muy bien y que iba mejorando. 

Después cuando mi padre llegaba del trabajo, yo “inconscientemente” iba por mi guitarra y me ponía a tocar sentado junto a él para que me escuchara. Así, sin interrupciones y con aprobación (esto es importante para favorecer el contacto con consecuencias naturales y desarrollar reforzamiento intrínseco o natural, lo explico más adelante). Pasaron meses… a veces me decía que lo hacía muy bien y otras veces no me decía nada.

Un día de clase, me encuentro a un compañero de la estudiantina y me pide que toquemos una canción. Recuerdo que estábamos tocando y se acercaron mis compañeros del aula. En ese momento dejé de ser el gordito buena onda, para ser el gordito que toca la guitarra y mi status social cambió.

De la nada mi opinión parecía ser más relevante para mis compañeros, me invitaban a reuniones, hablábamos de música y me pedían que llevara mi guitarra para “amenizar” los tiempos de descanso y entre clases. Así fue como conocí a más personas (que no estaban en la estudiantina) que compartían mi gusto por la música, por tocar, y reconozcámoslo, ser a momentos el centro de atención. 

Lo que más agradezco de ese momento fue ampliar mi repertorio de grupos musicales, así entré en contacto con la música que ahora recuerdo como la banda sonora de mi adolescencia. Al mismo tiempo, recuerdo perfectamente que un día mi padre llega con música de Jimmy Hendrix, los Creedance y The Eagles, y desaforadamente comencé a invertir mi tiempo en sacar a oído (recuerden que no había Youtube) mis canciones favoritas. 

Paso siguiente, hice lo que todo músico en desarrollo debería de hacer: formar una banda con personas del “mismo nivel” musical en el que te encuentras para crecer juntos. 

(Un paréntesis: convencí a mi buen amigo (y vecino) a que formáramos una banda, él se compró un bajo pero sólo había un detalle: no sabía tocarlo. La solución era muy obvia, ahora yo debía sacar las líneas de bajo para enseñárselas a mi amigo y algo similar ocurrió con otro buen amigo que se convirtió en baterista de la banda. Así pues, desarrollé nociones muy básicas de otros instrumentos que rápidamente fueron superadas por mis amigos, miembros de la banda).

Una vez más, en este nuevo contexto de tener una banda, hacer pequeñas presentaciones en cocheras (y hasta en quinceaños) que por cierto eran cada semana (fue una buena época en mi comunidad) me fui encontrando con más personas que compartían el gusto por la música y de quienes aprendí mucho.

Sin embargo, uno de los momentos que más atesoro fue cuando un amigo y poeta mochitense, me regaló un cassette con pura música de blues. En aquel tiempo no sabía qué escuchaba, pero ahora sé que era BB King, Eric Clapton, Steve Ray, Gary Moore, Snowy White, entre otros. 

Todavía recuerdo lo que sentí al escuchar por primera vez esas cuatro notas introductoras de BB King. Acto seguido mi amigo comienza a tocar blues sobre la música que se reproducía del cassette, y mi obvia reacción fue ¡¿Cómo demonios haces eso?! Y así me enseñó la escala pentatónica de blues. Desde entonces, no dejo de tocar esa escala cada vez que tomo el instrumento. No exagero.

Ahí y justo ahí, mi atención no estuvo más en el exterior. Toda mi atención estaba en el sonido mismo. En la consecuencia natural de tocar; en “observar” lo que el sonido mismo producido por mi provocaba en mí. Y por primera vez sentí la libertad de poder experimentar e improvisar. Ese asombro, esa magia que sienten algunos niños cuando mezclan colores por primera vez, por fin pude experimentarla cuando conocí el blues tardíamente a mis 16 años. Si es que se pudiera decir que he mejorado en la guitarra, se deben a las miles y miles de horas que he invertido de una manera sumamente gratificante en ejecutar y sentir mi instrumento.

Todo el aprendizaje posterior, pequeños proyectos, logros, composiciones, emociones, estudios autodidactas, charlas, interpretaciones y demás sobre música, evolución de gustos y maneras de pensar, no tendrían sentido y no hubieran ocurrido sin este bagaje que acabo de exponerles.

Mata Hari es una de las últimas composiciones de blues que hice.

Perspectiva conductual.

Por cómo describí mi historia seguramente ya sabes a qué quiero llegar. Acompáñame a ver estos “momentos mágicos” desde una perspectiva conductual. Y no te “desanimes”, la “magia” es hermosa, pero más hermoso es saber cómo ocurre la magia. Piensa en lo increíblemente útil de este conocimiento en un mundo que necesita más arte y ciencia.

Mira todo lo que ocurrió… lo diré así todo desordenado porque quiero centrarme en un solo punto:

1.- Tuve un contexto que me ponía en contacto con la música e instrumentos musicales.

2.- Modelado: Tuve en ese contexto “modelos”, personas e incluso la televisión que mostraban o modelaban cómo tocar un instrumento.

3.- Aproximaciones sucesivas: poco a poco fui acercándome a la guitarra. Desde “tocar el aire”, una tabla, una guitarra, círculos, canciones sencillas de estudiantina, canciones cada vez más complejas hasta llegar a la armonía e improvisación.

4.- Control de estímulo: para mí era gratificante tocar frente a mis padres aunque no me dijeran nada y lo fue en su momento “tocar” frente al televisor cuando aparecía un video.

5.- Aprendizaje por consecuencias:

Reforzamiento negativo: Huir de situaciones aversivas (por ejemplo; la clase de artística; posteriormente noté que tocar podía “aliviar” un poco la ansiedad o la tristeza) incrementando el tiempo de practicar el instrumento. [If you have the blues, you should know that blues is the antidote to blues]

Reforzamiento positivo: tener diez en la materia, convivir con personas nuevas, me han pagado por tocar, etc.

Reforzamiento social: reconocimiento y atención de personas de mi contexto por mi conducta; invitaciones a salir; interés por mi opinión; etc.

Reforzamiento diferencial: Recibía más atención tocando el instrumento o inmediatamente después de tocar el instrumento que haciendo cualquier otra cosa.

6.- Programas de mantenimiento de conducta por razón variable o intermitencia: a veces sí se me reforzaba mi conducta, en ocasiones no.

7.- Desvanecimiento: cada vez se me prestaba menos atención por emitir la conducta de tocar mi instrumento. Incluso en mucho más de una ocasión se me pidió literalmente que me detuviera, afortunadamente mi conducta ya se mantenía por reforzamiento intrínseco.

8.-  Reforzamiento intrínseco: logré entrar con contacto con las consecuencias naturales de la conducta de tocar un instrumento.

Y es precisamente en éste último punto en lo que quiero centrarme. 

Mira esto:

“La motivación intrínseca es aquella que controla la conducta en base a las consecuencias naturales del mismo comportamiento. Las consecuencias naturales son “cambios de estimulación que son producidos por (y que dependen de) el comportamiento del individuo que los expresa” (Vargas, 1977, p. 130)

Entonces cuando te dije: 

… mi atención no estuvo más en el exterior. Toda mi atención estaba en el sonido mismo. En la consecuencia natural de tocar; en “observar” lo que el sonido mismo producido por mi provocaba en mí. Y por primera vez sentí la libertad de poder experimentar e improvisar. Ese asombro, esa magia que sienten algunos niños cuando mezclan colores por primera vez, por fin pude experimentarla cuando conocí el blues a mis 16 años.” 

Lo que sucedía era que mi conducta (tocar la guitarra) comenzaba a mantenerse intrínsecamente, o sea, por las consecuencias naturales. 

¿Y eso por qué es importante? ¡PORQUE YA NO NECESITABA NADA MÁS!

No necesitaba a mis padres presentes, a la televisión encendida, a mis amigos presentes, querer quedar bien con alguien, que me paguen dinero, que me dijeran: “qué bonito tocas” (de hecho ahora hasta me molestan los halagos). Después de todo esto, sólo necesitaba mi guitarra… y nada más.

Pero ¿por qué es importante, te preguntas? Porque en esta situación, la probabilidad de tocar el instrumento ¡es inmensa!

¿Y por qué eso es importante? Por la sencilla razón de que mientras más practicas mejor te vuelves, te importa menos la opinión de otros, más investigas, más escuchas, más practicas, etc.

A eso me refería cuando dije:

“Si se pudiera decir que he mejorado en la guitarra, se deben a las miles y miles de horas que he invertido de una manera sumamente gratificante en ejecutar y sentir mi instrumento.”

¡Oye, pero yo conozco personas que tienen menos tiempo tocando y tocan mejor… y también conozco personas que tienen más tiempo tocando y tocan peor! Bueno, pues tendrás que analizar SU historia de aprendizaje y no la mía, pero puedo garantizarte, que todos estos principios y procedimientos de aprendizaje conductual estarán presentes. 

Mira, ahora dirige tu atención a esto… Analiza mi historia de aprendizaje:

Todo lo que ocurrió sucedió así ¡casi por suerte! (por decirlo de alguna manera). Es decir, en realidad no existió ningún diseño o programa que buscara como resultado mi aprendizaje y gusto por la música al grado de invertirle miles de horas en lo que llevo de vida. Eso explicaría fácilmente por qué a algunas personas “se les da” y a otras “no se les dió”. Si lo piensas… en realidad lo que “se da” o “no se da”: es el contexto de aprendizaje. No a un “Don” o la “iluminación” o un “gen”.

Ok… ¿Y eso implica que no podemos diseñar un contexto que busque desarrollar esa pasión por el arte?

¿Qué crees? Sí podemos. 

Fue tanto mi interés por la música y posteriormente por la psicología que mi tesis de licenciatura exploró esa posibilidad:

Mira este procedimiento para lograr desarrollar reforzamiento intrínseco (que bien podría ser tocar un instrumento, leer, pintar, hacer experimentos, etc) que proponen los Horcones desde 1992 a través de consecuencias naturales. Dicho modelos consta de siete pasos bien establecidos:

1) seleccionar la conducta, 

2) identificar consecuencias naturales de la conducta, 

3) seleccionar consecuencias intrínsecas para condicionarlas con los reforzadores naturales más relevantes para el ajuste educativo, 

4) identificar las consecuencias intrínsecas que sean más fáciles de observar, 

5) arreglar las condiciones para que ocurran las consecuencias intrínsecas, 

6) seleccionar reforzadores de respaldo apropiadamente y finalmente 

7) se condiciona la consecuencia intrínseca como reforzador, apareando el reforzador de respaldo (que es extrínseco) con el reforzador natural, y gradualmente ir quitando el reforzador sin dejar de señalar la consecuencia natural. 

Los Horcones (1992) también dejan establecido algunas recomendaciones para mantener la conducta bajo reforzadores naturales: 

1) Mantener las condiciones que faciliten la emisión de reforzadores naturales y su observación,
2) Entrenar a los sujetos en cómo mantener por si mismos las condiciones que faciliten su observación,
3) Hacer de manera intermitente observaciones de aprobación acerca de las consecuencias naturales, aun cuando el comportamiento no está siendo emitido,
4) Enseñar a los sujetos a hacer descripciones de aprobación de las consecuencias naturales,
5) Evitar aparear estímulos aversivos con los reforzadores naturales,
6) Evitar poner el reforzamiento natural bajo control instruccional,
7) No interrumpir a los sujetos cuando están emitiendo la conducta mantenida por consecuencias naturales,
8) Evitar pedir a los sujetos que ejecuten la conducta cuando están saciados, y
9) Evitar limitar el tiempo para emitir la conducta reforzada naturalmente.

¿Te suena familiar? A mi sí, y si pusiste atención a mi historia, supongo que a ti también.

¡Gracias padres! Por su enorme intuición y darme las condiciones necesarias para desarrollar un gusto más allá de lo superficial por la música y el arte. Sólo aspiro a hacerlo tan bien como lo hicieron ustedes con sus posibilidades.